11 de septiembre 2024 – Discurso Abogada Carla Fernández Montero

Estimados socios y amigos,

compartimos con ustedes en su totalidad, el discurso de la Abogada Carla Fernández Montero, pronunciado en la ceremonia de conmemoración del 51° Aniversario del Pronunciamiento Militar organizada por ASOFAR.

Es justo mencionar que nos sentimos profundamente agradecidos por la presencia y participación en esta instancia de una mujer tan valiente cuyas palabras estremecieron a la audiencia y nos recuerda que no debemos olvidar a los nuestros y con mucha más tenacidad debemos aferrarnos a nuestra convicción, ética y valores.

A continuación, el discurso:

“Antes que todo, quiero agradecer la presencia de ustedes en este evento organizado por la Asociación de Oficiales de la Armada en retiro ASOFAR.

Quiero finalmente dar las gracias a todos aquellos valientes militares, hombres y mujeres, que hoy están privados de libertad en alguna cárcel de este largo país, pagando las culpas y falta de pantalones de la clase política, que hoy disfruta de la libertad que ellos ganaron y que, con su ejemplo, me motivan a seguir adelante en la defensa de sus derechos.

Este momento, para mí, tiene un doble significado:

En primer lugar, me permite representar a un grupo de personas, las cuales, quiero, respeto, admiro y escucho.

Los quiero, porque pese al infierno que viven, son capaces de entregarme alegría en momentos de pena

y, permitirme comprender su pena, entregándoles alegría.

Los respeto, porque son luchadores innatos, resilientes, que no se rinden ante nada, y que viven bajo un código de honor en donde la traición se paga.

Los admiro, porque sin sus valientes acciones, probablemente mi destino hubiera sido otro, quizás fuera de nuestras fronteras y no sería la patriota chilena que hoy les habla.

Y los escucho, porque son viejos sabios, y me han enseñado a sacudirme de las batallas perdidas, sacar ventajas de las ganadas, y lo más importante, prepararme para la contienda final.

En segundo término, este momento me permite confesarles una profecía autocumplida:

Yo sabía -desde que decidí estudiar Derecho- que mi lugar iba a ser este y no otro.

Mi práctica profesional fue “correr el velo” de lo que el ejercicio profesional -con horror- me permitió comprobar.

La pseudo verdad de lo que había ocurrido hace 51 años se está imponiendo. Lo verdadero es falso y lo falso, verdadero.

La realidad no es lo que se vivió, sino lo que se escribió con ríos de tinta de color rojo.

La política de la cancelación y la lucha contra el negacionismo ganan terreno.

La clase política -en su mayoría- se compró el discurso entorno a los “violadores de DDHH”, y quienes apoyaron el Pronunciamiento, decidieron permanecer en su zona de confort o lisa y llanamente esconder la cabeza o simplemente, adscribir a la tesis de la extrema izquierda, condenando a los actores de la gloriosa gesta del 73 a la persecución política más brutal que ha existido  en  nuestra  historia  republicana  y  que

perdurará como una mancha indeleble en la justicia chilena.

Así, los que antes fueron héroes y nos salvaron de una guerra civil fratricida, hoy son perseguidos, aun en sus cárceles, acumulando procesos, sin verdadera defensa, y lo más grave, sin justicia.

La vejez y la enfermedad de los inculpados son simples “hechos de la causa”, que no merecen ser considerados en el injusto castigo aplicado.

Morir dignamente, es un “lujo”, inmerecido para ellos, porque no son tratados como personas, sino como enemigos del Estado.

La demencia pasa a ser vista como un “regalo de Dios”, como una oportunidad para -por lo menos- no morir solo, sin el abrazo de los seres queridos.

Inclusive, para estos soldados estar loco, parece ser un privilegio al alero de la pseudo justicia inquisitiva, una gracia que tampoco merecen, porque para quienes manejan los hilos de este Estado indolente desde el

cómodo “teatrillo” del odio y la venganza, esos soldados deben sufrir más y morir en una cárcel, aun cuando sea bajo condiciones inhumanas de hacinamiento e insalubridad.

Esos cobardes titiriteros ocultos en su “teatrillo” de rencor y vendetta, y movidos por una iniquidad humana, desean transformar a nuestros soldados en “cadáveres vivientes”, eliminando su individualidad, para que su castigo sirva como escarmiento a nuestras FFAA, y como prueba viviente, del triunfo de la doctrina del odio y resentimiento imperante, retratado en el denominado “geriatricidio carcelario”.

La “incultura penal” del “fin justifica los medios” o dicho de otra forma, penar de cualquier manera y a toda costa, a través de las reglas del Derecho, ha permitido castigar a nuestros valientes soldados de una forma aberrante, apoyándose en un IUS PUNIENDI internacional ideologizado, y capturado por facciones extremas del Poder, violatorio del derecho penal liberal y de nuestra

Constitución y que, ayudado por un proceso penal

criollo inquisitivo, secreto e indefinido, ha quebrantado el imperativo categórico kantiano, y ha logrado la despersonalización de nuestros procesados, transformándolos en simples objetos de investigación, en fuentes de prueba al servicio del implacable inquisidor, exprimibles hasta la mentira si es necesario, y a costa de su temprana privación de libertad.

Un proceso espurio afín a una maquinaria judicial que promueve una rápida condena, con jugosas indemnizaciones aseguradas por el Estado, aun cuando ello signifique atropellar sus garantías procesales más básicas.

Así es, nuestros presos no han sido propiamente “juzgados”, en el sentido jurídico del término, sino que lo suyo ha sido simple uso del poder por medio del Derecho, que no son otra cosa que “vías de hecho disfrazadas de juridicidad”, para dirigirlo contra el enemigo y así, abarrotar cárceles bajo el artificio de la consigna marxista que ataca la impunidad y persigue la

justicia y que ha terminado por fetichizar un Derecho que, en realidad, ya no es Derecho.

En esta conmemoración de los 51 años desde la salvación de esta patria querida, lamentablemente no se ha cerrado la herida de la justicia transicional, por el contrario, hoy vuelve a sangrar al alero de un Gobierno que no está dispuesto a cerrarla, y que prepara una arremetida brutal que significará más dolor y sufrimiento a la familia militar.

Por esto mismo, tengo el honor de compartir un FEEDBACK con ustedes de mi experiencia carcelaria, mi lucha incansable en tribunales contra el Poder y la forma como administra los derechos de los militares investigados, juzgados y condenados.

Pero también, les quiero transmitir que es posible cambiar esta realidad, y lograr la libertad de más de nuestros militares, siempre con las armas del Derecho como, por cierto, se ha logrado hacer.

Confío que este momento nos permita recordar a nuestros compatriotas quienes desde ya les digo que esperan que no los olviden, que los recuerden siempre y que luchen desde su posición social para que algún día recuperen su libertad, o por lo menos, puedan morir dignamente en su casa en compañía de sus seres queridos.

Finalmente, y parafraseando al gran Almirante Merino, yo no soy política y, por cierto, tampoco marino, pero soy patriota, y por eso tengo derecho a decir lo que quiera, y seguiré adelante en mi lucha, sin el temor a la funa, ni a los ataques y amenazas que he recibido, de fuego amigo y enemigo, porque no se puede vivir con miedo y no pretender morir como un cobarde.

Muchas gracias”