Columna y Miguel Á. Vergara Villalobos Doctor en Filosofia (U. de Navarra)
Estaría centrado principalmente en las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el gobierno de las Fuerzas Armadas. No sólo impediría que alguien pretenda ignorar, minimizar o negar esas violaciones, ya que los guardianes dela ortodoxia también crucifican a quienes-aun lamentándola ocurrencia de tan dolorosos hechos en mencionar los aspectos positivos de aquel gobierno. A los tales se les acusa de insensibles con el dolor ajeno, de justificar horribles crímenes de lesa humanidad y hasta se les cuestiona su sentido de la caridad y amoral prójimo. Lo único lícito sería denostar al gobierno militar.
Ni hablar del contexto que condujo al quiebre de la democracia: eso sería un burdo “empate”. No se podría discutir la legitimidad de la intervención militar el 1973, porque a los “negacionistas” les molesta que se mencione el caos económico, social y político que vivía el país, recordarles que validaron la violencia como un arma legítima dela política.
Hacen malabares para cuestionar la incómoda declaración de la Cámara de Diputados del 22 de agosto de 1973, y han olvidado las declaraciones de la Corte Suprema, de la Contraloría General, de los obispos, del Colegio de Abogados, delos presidentes del Senado y del partido Demócrata Cristiano, etcétera.
Cual avestruz, ha resurgido la idea de imponer el negacionismo porque se aferran a una idílica democracia truncada por unas Fuerzas Armadas golpistas apoyadas por la oligarquía y el imperialismo Yanki. Por otra parte, en el contexto dela conmemoración de los 50 años, aplauden el plan nacional de búsqueda delos detenidos desaparecidos, anunciado por el gobierno. En los hechos, descontando algún crédito ideológico, difícilmente se logrará un mayor avance, porque no existen “pactos de silencio” que haya que romper. Lo que sí ocurrirá es que aquella “búsqueda” redundará en nuevos juicios para miembros delas Fuerzas Armadas, que entonces tenían grados muy subalternos y cumplieron órdenes que no contradecían en absoluto la legalidad imperante ni las normas morales del Decálogo, por tanto, no tenían margen para rebelarse, menos en la situación que se vivía.
A esto se suma que los militares son juzgados bajo el antiguo sistema procesal penal-eliminado en Chile por arbitrario hace más de 20años, lo que se presta para que, en su afán justiciero, muchos jueces condenen sin importarles mucho que la verdad jurídica se ajuste a la calidad y el sentido común. En fin, no pretendo establecer una verdad absoluta, sino sólo contraponer una visión distinta ala “verdad oficial” que, me temo, intentan imponer los “negacionistas” silenciando a los disidentes, que somos muchos. Negacionismo y “verdad oficial”.